El mercado de obras literarias y artísticas siempre ha sido un mercado complejo debido a la forma misma en que funcionan los derechos de autor. Un solo producto cultural como un CD de música puede implicar distintos derechos de autor de numerosos participantes creativos y muchos de estos derechos serán ejercidos en nombre de diferentes partes en distintos territorios de todo el mundo.     

La tecnología moderna y la llegada de Internet no han hecho sino aumentar de forma exponencial esta complejidad. La BBC, por ejemplo, utiliza casi 60.000 secuencias musicales por semana –y difunde en todo el mundo.  El reto que supone para los autores gestionar los derechos de sus obras es enorme y y aumenta constantemente.

Para un autor individual, siempre ha sido imposible gestionar ciertos tipos de utilización de sus obras: cómo podría un compositor individual hacer un seguimiento de las interpretaciones que se hacen de sus obras en salas de conciertos y discotecas sólo en una ciudad, por no mencionar todo un país.

La solución colectiva

Hoy en día resulta casi imposible para un autor gestionar cualquiera de los derechos existentes sobre sus obras a escala mundial. El simple hecho de supervisar la multitud de utilizaciones, usuarios, idiomas, zonas horarias y canales de distribución mediante los cuales se explotan sus obras es una tarea que supera las capacidades de un solo autor individual.   

Para los usuarios de obras creativas respetuosos de la ley, el reto es similar: identificar correctamente al titular de los derechos de autor (que no es necesariamente el autor original) y efectuar individualmente los pagos de derechos debidos podría convertirse rápidamente en una pesadilla administrativa.  Esta dificultad se acentúa aún más en actividades como la realización de películas, donde diversos autores de diferentes disciplinas artísticas contribuyen a la obra acabada.  El pago de derechos es una actividad que no debería interferir en el proceso de crear obras por un lado y de explotarlas por otro ni para los autores ni para los usuarios.

Por todo ello es tan importante la gestión colectiva de derechos.

La única solución satisfactoria para los creadores y los usuarios individuales consiste en que los artistas se unan en sociedades y administren sus derechos de forma colectiva. Este concepto no es nuevo pero es una práctica común necesaria en nuestros días.

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