Jean-Michel Jarre pide al Parlamento Europeo que adopte la Directiva sobre los Derechos de Autor

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"Europa tiene la oportunidad de demostrar su relevancia”. Fragmentos del discurso ante el Parlamento Europeo en Bruselas, 26 de junio de 2018
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El compositor de música electrónica y presidente de la CISAC Jean-Michel Jarre habló ante el Parlamento Europeo el 26 de junio, en la conferencia sobre "El patrimonio cultural en Europa: el vínculo entre el pasado y el futuro". Ante la importancia decisiva de la votación de la Directiva sobre los Derechos de Autor de la UE, el discurso también abordó la necesidad de que Europa adopte la directiva con el fin de garantizar la remuneración equitativa de los creadores.

Para más información y para firmar una petición dirigida al Parlamento Europeo destinada a ayudar a los creadores de Europa y de todo el mundo, véase esta petición.

Fragmentos del discurso de Jean-Michel Jarre aquí.


El término "patrimonio" tiene con demasiada frecuencia connotaciones anticuadas y añosas, y nos hace pensar en piedras y edificios antiguos, en reliquias de tiempos pasados. A mí se me presenta muchas veces como artista pionero de la música electrónica, de modo que no les sorprenderá que tenga una perspectiva dinámica, digital y progresista del patrimonio. 

En toda familia europea hay un hijo, un hermano, una hermana o una madre que sueña con ser fotógrafo, artista gráfico, escritor, director de cine o músico y que no cumplirá su sueño a menos que logremos un modelo de negocio justo para el siglo XXI, y nuevos modos de distribución y consumo de la cultura en todo el mundo a través de internet y los nuevos medios. 

Si queremos un patrimonio europeo del futuro tan rico como el del pasado, tenemos que crear los medios para hacerlo posible. 

¿Por qué Verdi acabó sus días decentemente mientras que Mozart murió en la miseria? Porque el primero disfrutó de los derechos de la propiedad intelectual y el segundo no. Lo que está en juego es el futuro de los creadores de nuestro continente, nuestra cultura y la influencia de nuestros artistas. 

Las leyes siempre han ido a la zaga de las grandes revoluciones tecnológicas. No se trata de estigmatizar a los grandes protagonistas de internet ni de decir que las G.A.F.A son nuestras enemigas. Por el contrario, deberían ser nuestras interlocutoras y asociadas potenciales. 

Los creadores son accionistas virtuales de estas empresas, que están creciendo y enriqueciéndose gracias a su contenido creativo. Por consiguiente, es fundamental determinar un marco legislativo en el que iniciar negociaciones con plataformas como YouTube, que se autodefinen como plataformas y archivos de almacenamiento, no de contenido.

Quienes se oponen a la regulación de internet en nombre de la libertad de expresión son como quienes, en los primeros tiempos del automóvil, rechazaban las normas de circulación en nombre de la libertad de movimientos.

El valor de las obras de creación ha sido transferido a quienes distribuyen esas obras. En eso consiste el problema.

Paradójicamente, las industrias creativas nunca habían sido tan prósperas, en cuanto a puestos de trabajo y volumen. Pero los creadores —el núcleo de estas industrias— nunca habían recibido tan poco. Es imprescindible solucionar esta anomalía.

Hoy el mundo entero mira a Europa; es un asunto que atañe a los creadores de todo el planeta. Si se adoptara la directiva, el efecto dominó sería inevitable. Europa, que tanto había retrocedido en los ultimos años, tiene ahora la oportunidad de demostrar su relevancia.Si no, dejaremos escapar al próximo Almodóvar, a los próximos Coldplay o al próximo Houellebecq.

El derecho de autor es algo independiente de cualquier grupo de presión, y el derecho más atemporal, puesto que no va vinculado a un medio físico o digital. Va unido a la obra misma, sin importar el medio por el que se comunique en el futuro. 

Son los creadores quienes siempre han imaginado el futuro, valiéndose de las técnicas de su época para proyectar su creatividad en el futuro. Lo inaceptable es la idea de que el respeto a la propiedad intelectual podría suponer un obstáculo a la libertad de expresión y una forma de censura. No permitir trabajar a un creador es la forma definitiva de censura.

Los artistas no siempre son los mejores para defenderse a sí mismos y a sus obras. Los necesitan a ustedes, los legisladores, para que los defiendan. 

El de la propiedad intelectual es uno de los derechos humanos fundamentales, como la ecología hace treinta años. Podremos sobrevivir en este siglo a condición de evolucionar en armonía con la naturaleza y la tecnología y de procurarnos los medios para hacerlo.

Y hablando de libertad, ¿acaso queremos en Europa ser colonizados digitalmente? Tenemos que evitar que YouTube sea un monopolio abusivo, que a la larga impediría la diversidad de ofertas. En otro caso, nos acercaremos peligrosamente al 1984de Geoerge Orwell. ¡Escucha, lee, ve lo que te dicen!¡Vota lo que te dicen que votes! Todo el problema se resume en esto.

Respetemos la diversidad y respetemos la creación. Una novela, una película, un cuadro, una composición musical... no son envases de yogur ni productos desechables. ¿Quién censura a quién desde el principio de los tiempos? Los censores son quienes tienen todo el poder en sus manos, mientras que los creadores siempre han sido las víctimas que han luchado por la libertad de expresión.

El concepto de propiedad intelectual ha tardado casi un siglo es ser aceptado por todos. Internet solo tiene veinte años, de modo que nos encontramos en la prehistoria de la era digital. Previsiblemente, organizar una regulación resulte un poco caótico. Es aún como el Salvaje Oeste, pero el problema hoy en día es que el Salvaje Oeste está en el mismo sitio que Silicon Valley.

Hemos perdido la batalla del hardware: los medios de comunicación más importanres son estadounidenses  o asiáticos. Europa tiene la obligación de no perder la batalla del software, la del contenido, es decir, la inmensa creatividad que constituye la esencia del ADN de nuestro continente. Una regulación que permitiera a los creadores recibir una remuneración justa, ¿arruinaría a empresas con unos ingresos de miles de millones? Seamos serios: solo puede haber un futuro para el mundo digital, el que tenga en cuenta a las personas que contribuyen a su creación. 

Lo que hoy necesitamos es muy sencillo. El problema surge de la circunstancia de que aún nos basamos en leyes antiquísimas, anteriores a internet, para crear el patrimonio del mañana. Pongamos los medios para sentarnos a la mesa de negociaciones de modo que los creadores europeos y del mundo entero puedan recibir una participación equitativa de los ingresos generados por la distribución del contenido creativo que nosotros creamos. No hay que olvidar que la parte inteligente de un teléfono inteligente somos nosotros, los creadores. 

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